Caitlin Moran es una influyente periodista británica especializada en cultura pop. Desde su columna en The Times y su muy seguida cuenta de twitter abandera a una generación de periodistas culturales (Hadley Freeman, Miranda Sawyer, Julie Burchill) que están sacando el feminismo a la calle, fuera de los círculos académicos. Moran es algo así como la hija petarda, maliciosa y desenfadada de la enfurecida Germaine Greer. Alguien capaz de colocar a Lady Gaga y demás divas de la música pop actual en “la vanguardia cultural del cambio social” y de reivindicar la igualdad de derechos de las mujeres con la misma ironía con la que despotrica contra celebrities como Katie Price.
Ahora bien, para disfrutar de su exitoso ‘Cómo ser mujer’ (Anagrama), mezcla de libro de memorias y manifiesto feminista, hay que salvar dos escollos. El primero tiene que ver con el localismo. La novela está tan plagada de referencias a la cultura pop británica, sobre todo a series y programas de televisión (Moran es crítica de televisión), que es difícil comprender algunos de sus chistes y reflexiones. Gracias al esfuerzo de la magnífica traducción de Marta Salís, llena de notas aclaratorias, ese obstáculo es fácilmente salvable.
El segundo problema tiene que ver con las (molestas) generalizaciones. Como me ha apuntado una amiga lectora, si te tomas el libro como un manual de instrucciones feminista, estás perdida. Las típicas frases de “todo que lo que una mujer debería…”, de claro regusto chick-lit, pueden hacer cerrar el libro –y tirarlo por la ventana- a más de una. Para evitar eso, lo mejor es tomarse esas sentencias como lo que realmente son: latiguillos irónicos de periodista frívola.
Salvados esos escollos, la lectura de ‘Cómo ser mujer’ se convierte en un placer. Desde la distancia que me proporciona mi género, leer las reflexiones de Moran sobre temas como la menstruación, las bragas (la “bragorexia”), la depilación íntima (“el IVA del coño”), el sobrepeso (la teoría de la “forma humana”) y los tacones (quiere zapatos con los que “pueda bailar Bad Romance y me permitan huir de un asesino”), resulta tan revelador como divertido. La autora escribe con tanta gracia, descaro y lucidez, que podría estar hablando sobre cualquier tema aburrido –el nacionalismo catalán, cómo meter un barco en una botella- y resultaría igual de entretenido.
Como libro de memorias, Moran hace de su biografía el lugar desde donde articular su discurso. A través de las experiencias, los acontecimientos y las anécdotas de su vida, la autora reflexiona sobre el hecho de ser mujer en la Gran Bretaña de hoy. Y lo hace con valentía (el capítulo sobre el aborto ha causado un enorme revuelo, sobre todo en Sudamérica), predicando con el ejemplo sobre su teoría de que un injustificado pudor impide a las mujeres hablar sobre ciertos temas. Como diría el masterchef Jordi Cruz, Moran le pone rock’n'roll al feminismo y lo hace “con un pelo realmente asombroso”. 8.
Ahora bien, para disfrutar de su exitoso ‘Cómo ser mujer’ (Anagrama), mezcla de libro de memorias y manifiesto feminista, hay que salvar dos escollos. El primero tiene que ver con el localismo. La novela está tan plagada de referencias a la cultura pop británica, sobre todo a series y programas de televisión (Moran es crítica de televisión), que es difícil comprender algunos de sus chistes y reflexiones. Gracias al esfuerzo de la magnífica traducción de Marta Salís, llena de notas aclaratorias, ese obstáculo es fácilmente salvable.
El segundo problema tiene que ver con las (molestas) generalizaciones. Como me ha apuntado una amiga lectora, si te tomas el libro como un manual de instrucciones feminista, estás perdida. Las típicas frases de “todo que lo que una mujer debería…”, de claro regusto chick-lit, pueden hacer cerrar el libro –y tirarlo por la ventana- a más de una. Para evitar eso, lo mejor es tomarse esas sentencias como lo que realmente son: latiguillos irónicos de periodista frívola.
Salvados esos escollos, la lectura de ‘Cómo ser mujer’ se convierte en un placer. Desde la distancia que me proporciona mi género, leer las reflexiones de Moran sobre temas como la menstruación, las bragas (la “bragorexia”), la depilación íntima (“el IVA del coño”), el sobrepeso (la teoría de la “forma humana”) y los tacones (quiere zapatos con los que “pueda bailar Bad Romance y me permitan huir de un asesino”), resulta tan revelador como divertido. La autora escribe con tanta gracia, descaro y lucidez, que podría estar hablando sobre cualquier tema aburrido –el nacionalismo catalán, cómo meter un barco en una botella- y resultaría igual de entretenido.
Como libro de memorias, Moran hace de su biografía el lugar desde donde articular su discurso. A través de las experiencias, los acontecimientos y las anécdotas de su vida, la autora reflexiona sobre el hecho de ser mujer en la Gran Bretaña de hoy. Y lo hace con valentía (el capítulo sobre el aborto ha causado un enorme revuelo, sobre todo en Sudamérica), predicando con el ejemplo sobre su teoría de que un injustificado pudor impide a las mujeres hablar sobre ciertos temas. Como diría el masterchef Jordi Cruz, Moran le pone rock’n'roll al feminismo y lo hace “con un pelo realmente asombroso”. 8.
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