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quarta-feira, 25 de maio de 2016

Altamiro Borges: O governo clepto-plutocrata de Cunha/Temer

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domingo, 22 de maio de 2016

Brasil. Retrato de una utopía retrógrada

Brasil. Retrato de una utopía retrógrada:



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El flamante Ejecutivo de Brasil está tomando decisiones desconcertantes que lo colocan en una posición de notable fragilidad. La impresión inicial es que se trata de un gobierno sin rumbo claro, tironeado por políticos deslegitimados que lo pueden llevar al naufragio.
De los 23 ministros que integran el gabinete del presidente interino Michel Temer, siete están procesados o investigados por delitos de corrupción, mientras que otros 12 recibieron donaciones de empresas vinculadas al escándalo de lavado de dinero de Petrobras.
La contumacia y la continuidad de la corrupción destrozan el argumento principal de quienes se empeñaron en destituir a Dilma Rousseff. Es, apenas, un síntoma de los retrocesos que encarna el nuevo gobierno. Buena parte de los ministros que integran el gabinete Temer han sido antes ministros de Rousseff. Es otra forma de corrupción: saltaron de un barco que se venía a pique para abordar otro que, esperan, siga navegando pese a las tempestades que jalonan la política brasileña. Corrupción, sinónimo de putrefacción.
Hasta la Orden de Abogados de Brasil (Oab), ferviente promotora de la destitución de Rousseff, se manifestó contra la presencia de dos ministros en el gabinete que son investigados por corrupción, los de Planeamiento y de Turismo, afirmando que “quien sea investigado en la Operación Lava Jato no puede ser ministro de Estado” (Valor, sábado 14).
Tres crisis en una
La salida del PT, después de 13 años en el gobierno, se produce en medio de la mayor crisis económica de la historia nacional. El editorial del Financial Times, el mismo día de la destitución de Rousseff, se muestra escéptico de que Temer, de 75 años, sea capaz de lidiar con las tres crisis que enfrenta Brasil: la económica, la ética y la que provoca el sistema político.
Según el diario londinense, urge estabilizar la economía apoyando a la industria privada, ya que las inversiones colapsaron durante la larga agonía del impeachment y el crédito se desmorona. Las acusaciones de corrupción que afectan a buena parte del Congreso pueden debilitar al recién nacido gobierno tanto como la situación de la economía, dice. “Temer debe permitir que las investigaciones sigan su curso –razona el diario de la City británica–, aunque eso lo deje expuesto, puesto que cualquier otra actitud va a corroer su magro apoyo popular.”
La tercera crisis deriva de la increíble fragmentación política que ha hecho de la democracia presidencialista brasileña una de las más complejas en el mundo, volviendo casi imposible lidiar con un arco parlamentario que incluye la friolera de 30 partidos.
No será sencillo que el interinato consiga el primer objetivo. Los otros dos están fuera de su alcance. El panorama que presentan las cámaras, el principal apoyo institucional de Temer, es desolador: 313 de los 503 diputados están procesados o acusados; en la misma situación figuran 49 de los 81 senadores. El defenestrado Eduardo Cunha, el archicorrupto ex presidente de la Cámara de Diputados, nombró esta semana tres cargos en el gobierno, pese a estar apartado de sus funciones por orden del Supremo Tribunal Federal.
El caso más grotesco es el del diputado André Moura, escogido por Temer como líder del oficialismo en la Cámara de Diputados y considerado una suerte de brazo derecho de Cunha, pese a pertenecer a un pequeño partido que cuenta con apenas nueve diputados. Moura tiene tres juicios en el Supremo, no sólo por corrupción (peccata minuta a esta altura) sino también por tentativa de homicidio, según reveló Folha de São Paulo el mismo día de su nombramiento.
El prontuario de Moura es alarmante. Fue alcalde del pequeño municipio de Pirambú, en Sergipe, cargo que aprovechó para apropiarse de alimentos y celulares y para poner a su servicio una flota de vehículos con sus respectivos conductores. Según la Policía Civil, cuatro encapuchados dispararon sobre la residencia de su sucesor en la alcaldía hiriendo a un vigilante, ya que se negó a entregarle un millón de reales para su campaña electoral para diputado por Sergipe.
Futuro conflictivo
Que Temer no haya sido capaz de poner distancias con Cunha revela como mínimo dos graves problemas: que forma parte de la misma camada de corruptos y que tiene miedo del ventilador que puede encender el ex presidente de la Cámara en caso de ser procesado.
Aunque grave, el paso dado por Temer es apenas una pequeña muestra del camino que está comenzando a transitar. La periodista Eliane Brum lo resume en tres frases: “Sólo blancos, sólo viejos, sólo hombres. Ninguna mujer, ningún negro. Ese retrato es una imagen poderosa porque no representa al Brasil actual”, sostiene al analizar el nuevo gabinete (El País, lunes 16). Temer cerró el Ministerio de Cultura. Una decisión no sólo polémica sino que muestra un deseo de volver al pasado.
El cientista político André Singer, portavoz del primer gobierno de Lula, lo dice sin vueltas: “Con la traumática caída del lulismo se interrumpe una vez más el intento –en el fondo el mismo de Getúlio Vargas– de integrar a los pobres a través de una extensa conciliación de clases. Venció nuevamente la fuerte resistencia nacional a cualquier tipo de cambio verdaderamente civilizatorio. Incluso el más moderado y conciliador” (Folha de São Paulo, 15-V-16). Pero el Brasil de hoy es bien distinto de aquel de 1954 que empujó a Vargas al suicidio.
De algún modo, el gobierno interino puede interpretarse como un intento de frenar los avances de las clases subalternas, de reconstruir un orden agrietado, una utopía acariciada por las clases dominantes a lo largo de la historia. Pero esa utopía, como lo muestran los dos siglos posteriores a la revolución francesa, nunca consiguió aterrizar sus sueños, porque eran pesadillas para la inmensa mayoría de la sociedad. Es difícil imaginarse un Brasil sin Bolsa Familia, sin cuotas raciales en las universidades o, como recuerda Brum, regresar a un país donde “los estudiantes de las escuelas públicas aceptaban en silencio la violación de sus derechos más elementales”.
Brasil está ante cambios invisibles, profundos, demoledores. No tanto desde 2003, cuando Lula llegó a Planalto, sino desde 2013, cuando millones de jóvenes ganaron las calles luchando contra la desigualdad. Primero en San Pablo, luego en Goiás y Rio de Janeiro, en estos momentos en Porto Alegre y Ceará, cientos de colegios secundarios fueron tomados y gestionados por jóvenes de 13 a 17 años. Sabemos lo que esto significa: una nueva generación de militantes sociales llama a las puertas del escenario político dispuesta a moverlo todo, a trastocar los planes de los poderosos.
En tanto, la vieja clase política se muestra incapaz de comprender el mundo real. El nuevo ministro de Relaciones Exteriores, el socialdemócrata aliado de Washington José Serra, declaró que Brasil hará acuerdos bilaterales porque “el multilateralismo de la última década fracasó”. El país cuyo primer socio comercial es China y tiene estrechas relaciones con Asia puede tener problemas serios si insiste en la senda anunciada por su canciller.


Raúl Zibechi

Brecha, Montevideo, 20-5-2016

http://brecha.com.uy/

sexta-feira, 13 de maio de 2016

Em TV portuguesa, Gregorio Duvivier critica Temer e desmascara o golpe

Em TV portuguesa, Gregorio Duvivier critica Temer e desmascara o golpe:

Humorista não poupou críticas ao peemedebista e ao golpe realizado no Brasil: "Então, tira uma presidente democraticamente eleita, com 53 milhões de votos, para empossar um sujeito que não teria nem 1% de intenção de voto e que é réu. Uma presidente que não é ré, que não foi julgada, que nada foi provado contra ela".

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terça-feira, 2 de fevereiro de 2016

Snowden figura entre los favoritos a recibir el Nobel de la Paz

Snowden figura entre los favoritos a recibir el Nobel de la Paz: Preview


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actualidad.rt.com

Video aterrador: Descubre cómo crece un tumor canceroso en 3D

Video aterrador: Descubre cómo crece un tumor canceroso en 3D:

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Se trata de la primera vez que el movimiento las células cancerosas y su transformación en tumores se ha podido rastrear de forma continua.


Original enclosures:
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“Grande mídia” despenca tanto em versão impressa como digital, diz IVC

“Grande mídia” despenca tanto em versão impressa como digital, diz IVC:



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A grande ironia é que um dos fatores que estaria contribuindo para empurrá-los ladeira abaixo na circulação/vendas seria a crise econômica, que, pelo menos no Brasil, tem um grande peso de suas publicações catastrofistas sobre o governo Dilma e sobre a situação econômica, produtos, em grande parte, de autênticas mentiras e armações.



No mais é a opção caquética por um jornalismo proselitista, partidário, rasgando assim o princípio e o ideal de um autentico jornal, de um verdadeiro jornalismo, como manda o figurino.


Circulação de jornais da “grande mídia” desaba no impresso e até no digital
Os principais jornais brasileiros experimentaram quedas expressivas de circulação ao longo de 2015, segundo dados do IVC, o Instituto Verificador de Circulação.



O dado mais surpreendente é que a circulação caiu não apenas nas edições impressas, mas também nas digitais – o que revela que as publicações não estariam sabendo como se adaptar à era da internet.



Entre janeiro e dezembro, a Folha caiu 14,1% no impresso e 16,3% no digital, o que gerou queda média de 15,1%, superior à do O Estado de S.Paulo (8,9%) e à de O Globo (5,5%).



Na lista do IVC, que contempla ainda publicações como Correio Braziliense, Zero Hora, A Tarde, O Povo, Valor Econômico, Gazeta do Povo e Super Notícia, todos – sem exceção – caíram. Alguns cresceram no digital, mas partindo de bases pequenas.



Os dados revelam vários fatores. Os jornais, naturalmente, foram afetados pela crise econômica que ajudaram a amplificar. Mas hoje enfrentam uma concorrência crescente de veículos puramente digitais.



Além disso, o modelo de cobrança por conteúdo, dos chamados paywalls (muros de cobrança para quem assina determinada quantidade de artigos), tem tido pouca receptividade no Brasil.



Um outro fator, que pode vir a ser considerado na análise, é o grau de engajamento político dos jornais da imprensa familiar, que passaram a substituir o jornalismo pelo proselitismo político, afugentando uma parcela de seus leitores.



Via Brasil 247

 

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Lições do assassinato da criança Kaingang

Lições do assassinato da criança Kaingang:











kaingang
[Assis Oliveira] É tempo de ver o invisível de nossa cegueira para com as crianças indígenas.



Quando comecei a estudar e pesquisar sobre as crianças indígenas, seus direitos e realidades, me assustei, de imediato, com o fato delas estarem no topo dos índices sociais em relação às condições de vulnerabilidade e de violação de direitos. Do (não) acesso à escola ao (não) registro de nascimento, dos índices de desnutrição aos números de mortalidade infantil, enfim, estão no topo da marginalização e da exclusão social.

Mas estes índices sociais não falam por si as causas de sua conformação. Para olhar para as crianças indígenas é necessário ampliar a vista para entender as condições de vida de seus povos, e de como as marginalizações e discriminações sociais que os afetam acabam aumentando de intensidade quando chegam até suas crianças.

Por isso ouvi repetidamente de várias lideranças indígenas, quando em pesquisas, que o primeiro direito das crianças é o direito a terra, um direito inexistente no Estatuto da Criança e do Adolescente (ECA – Lei nº. 8.069/90) e na Convenção dos Direitos da Criança (CDC), mas que é fundamental para garantia dos demais direitos que pertencem ao universo das crianças indígenas. Como me dizia uma liderança indígena certa vez: “o direito a terra abre as portas para os outros direitos das crianças”.

O direito a terra, nessa perspectiva indígena, é o direito as condições necessárias para a existência coletiva, para o usufruto étnico do bem viver com base numa noção de territorialidade que repercute diretamente nos aspectos físicos, sociais, culturais, econômicos e ambientais com os quais os povos e suas crianças vão estruturar suas vidas, sempre pensada desde uma perspectiva coletiva ou grupal, mas atenta as situações e especificidades de cada um, sobretudo das crianças.

Ao olhar para as condições de vida das terras Kaingang no Sul do Brasil não é difícil entender como o preceito acima não é garantido. Confinados em poucos hectares de terra, o aumento populacional e a pressão dos agentes externos foram, paulatinamente, minando as condições de sobrevivência apenas com o que a terra lhes pudesse oferecer, com o cada vez menos que a sagrada terra pode lhes oferecer.

Assim, o artesanato Kaingang, antes um aspecto da cultura material utilizado para suprir as necessidades socioculturais internas, depois do contato com o não-indígena – e das consequências negativas aos indígenas devido tal contato – “passou a [ser] produzido quase que exclusivamente para a comercialização e adaptados às necessidades da venda”, como informam Talita Savoro, Ninarosa Silva e Ana Lúcia Nötzord, em um artigo sobre o tema, e complementam “os indígenas saem de suas casas para venderem seus objetos ou trocá-los por alimentos e roupas.”

A ideia do sair de suas casas, de suas terras, significa realizarem um deslocamento – temporário ou permanente – para outro espaço e terra, a do meio urbano, na maior parte das vezes, colocando-se sob o olhar de sujeitos que não compreendem (e nem querem compreender) os motivos de suas migrações e venda de artesanato.

É aqui que encontro Vitor Pinto, a criança Kaingang que foi brutalmente assassinada por um homem enquanto era amamentado pela mãe, no dia 30 de dezembro de 2015, em Imbituba, litoral do estado de Santa Catarina. Como ressalta a Nota de Repúdio do CIMI, publicada um dia depois: “Vítor faleceu em um local que a família Kaingang imaginava ser seguro. As rodoviárias são espaços frequentemente escolhidos pelos Kaingang para descansar, quando estes se deslocam das aldeias para buscar locais de comercialização de seus produtos.”

Numa outra matéria jornalística, publicada pelo Portal G1, Azelene Kaingang complementa a informação, indicando que: “[a] família tinha como destino a cidade de Garopaba, onde ficaria com um grupo de 15 pessoas na Praça da Capivara. Lá dormiriam embaixo das árvores e pela manhã trabalhariam nas praias. Na Aldeia de Condá, à qual pertencem, cerca de 30 pessoas migram para o litoral na temporada.”

Aos não-indígenas, e, no caso, aos não-kaingang, a ideia de vê-los transitando ou morando em “suas” cidades, rodoviárias e praças faz aflorar (ainda mais) a discriminação e o sentimento de ódio (ou desprezo) para com tais sujeitos, acarretando vários cenários de violência física, moral ou psicológica que os cega (ou os blinda) de perceber a violência estrutural que fez com que os Kaingang tivessem que vir para o espaço urbano para buscar sobreviver e dar condições de vida às suas crianças.

Vitor Pinto foi assassinado por um homem, mas são muitas mãos e rostos os responsáveis pelo fatídico destino da família de Vitor Pinto de estar numa rodoviária e de não ter o direito a terra e a preservação de suas condições diferenciadas de vida. Não que não o pudesse estar ali, a questão não é esta. O ponto central não é a liberdade de locomoção, mas a desigualdade social e as barreiras culturais que impedem a afirmação do direito à diferença, num país, num Estado, numa sociedade que ainda acaricia os povos indígenas, como fez o algoz de Vitor, antes de desferi-lhe o golpe covarde – ainda assim um golpe que acredita ser melhor um indígena morto, do que ocupando suas terras, suas cidades e seus modos de vida.

 No exato momento em que li a Nota de Repúdio do CIMI, quando tomei conhecimento do assassinato de Vitor Pinto, lembrei-me de minha ida até a cidade de Maringá, no Paraná, em junho do ano passado, convidado pela Associação indigenista de Maringá (ASSINDI) para ajudar a “apagar o fogo” da celeuma gerada junto ao aparato estatal municipal ante a constante presença de crianças Kaingang e suas famílias nas ruas, ora vendendo artesanato com seus pais, ora pedindo o que os não-indígenas chamam de “esmola” ou dinheiro nos semáforos da cidade.

Numa roda de conversa em que estavam reunidos agentes públicos municipais, eu, membros da ASSINDI e, sobretudo, lideranças e crianças kaingang – estas últimas entretidas com suas brincadeiras – houve o “vaticínio não-indígena governamental” da situação: trabalho infantil de caráter exploratório! “Vender artesanato na rua é colocar a criança em risco”, diziam alguns, “pedir esmola é colocar a criança em risco”, endossavam outros. E os caciques ouviam.

Num dado momento, um deles pediu a palavra, e replicou: “nossas crianças não pedem esmola, só cobram de vocês um pouco da riqueza que tanto exploraram de nossas terras”. “Nossas terras”, indicava o cacique, eram as terras daquela cidade, daquela Maringá que se achava um território não-indígena. E, se agora o é (na mente dos seus moradores), foi porque, muito tempo atrás, outros não-indígenas exterminaram e expulsaram o povo Kaingang que ali residia para explorarem seus recursos naturais.

Outro cacique logo depois pediu a palavra e complementou: “nossas crianças vendem artesanato para aprenderem na prática e para conhecerem mais da língua de vocês e de suas espertezas”. Aprender na prática é uma forma de educação travestida no trabalho que é próprio das culturas indígenas, de seus modos de fazerem suas crianças compreenderem a importância e a função do conhecimento, e terem o domínio prático das questões que se quer ensinar. A “liberdade de praticar” da criança Kaingang a venda do artesanato nas ruas de Maringá, vista como uma negligência familiar pelos não-indígenas, era, aos olhos dos Kaingang, uma forma de zelar pelos seus futuros, atentos à necessidade de aprender no presente os conhecimentos e as habilidades da fabricação e da venda do artesanato. E mais, apontavam todos os Kaingang ali presentes que o verdadeiro risco não era a venda do artesanato pelas crianças, mas o fato de muitas delas terem que passar a noite dormindo debaixo de pontes ou em casas abandonadas, pois o município não tinha uma política de acolhimento temporário das famílias Kaingang e de suas crianças.

É aqui que reencontro pela segunda vez Vitor Pinto. Reencontro-o numa imaginação nostálgica dos momentos finais de sua vida, numa rodoviária em que sua família descansava. E por que descansava ali? Teria outro lugar para ir para poder realizar esse descanso? Para poder colocar Vitor para dormir e dar-lhe condições mínimas de estadia com segurança naquela cidade? E, logo em seguida, o vejo chegando até a cidade de destino, Geropaba, e lá indo dormir embaixo de árvores, num local ermo e que os transeuntes certamente os confundiriam com mendigos no passar apressado da noite, enquanto as crianças Kaingang, dentre elas Vitor Pinto, estariam brincando ou dormindo, tentando esquecer a fome, o frio ou as condições precárias. Não haveria outro local para dormirem? A Prefeitura ou a FUNAI, em nada poderia mudar tal situação eminentemente de risco coletivo? Quais políticas, efetivamente, precisam ser discutidas para os povos indígenas na cidade? Para com suas crianças ante as formas de deslocamento territorial?

Ao olhar para a rodoviária, para as árvores ou para as casas abandonadas, não é no imediato que devemos refletir. Mais do que lugares, estão aí os limites da efetivação da cidadania diferenciada das crianças indígenas, da criança Vitor Pinto em particular. Há, certamente, uma dívida histórica para com os povos indígenas que o Brasil começou a (tentar) pagar com a promulgação da Constituição Federal de 1988, e dos artigos 231 e 232, mas suas crianças continuam a ser excluídas dos direitos que lhes cabem em termos geracionais, dos direitos das crianças e dos adolescentes que carecem de fundamentos normativos e de preparação dos profissionais da rede de proteção para saber lidar com estes outros, com estas crianças, não somente às indígenas, mas também as ribeirinhas, as ciganas, as quilombolas, as de fundo de pasto, as caiçaras, enfim, as crianças da diversidade cultural.

E é como diversidade cultural que gostaria de acabar este artigo. Para além das mazelas sociais que afetam aos povos e às crianças indígenas, é na riqueza de suas diversidades culturais, da pluralidade de forma com que concebem suas crianças e do valor supremo que as mesmas adquirem no cuidado e no zelo para com suas vidas, que reside o verdadeiro legado desses povos e comunidades, especialmente do povo Kaingang.

Essa diversidade é o que falta aos não-indígenas perceber, pois aqui é preciso escutar e sair da posição de quem tudo sabe, para a de quem se predispõe a aprender com o outro o que é o outro. Ou, como coloca Deborah Duprat, trata-se de buscar a compreensão do outro, ao invés da interpretação sobre o outro, na medida em que “[c]ompreender, ao invés de interpretar, é sair do cogito em direção à prática que se

apresenta, e fazê-la falar”. É de encontros e diálogos seriamente interculturais que carecem o Estado e a sociedade brasileira para com as crianças indígenas e seus povos, assim como outras crianças de povos e comunidades tradicionais. Encontros e diálogos que resultem em políticas públicas, direitos e profissionais mais adequados para promoverem suas diversidades e os protegerem das discriminações e marginalizações culturais.

Paradoxalmente, Vitor Pinto foi assassinado numa rodoviária, num lugar de encontros, de reencontros e de partidas. Numa mensagem final, a sua partida nos coloca o dever de encontrar caminhos para que “outros Vitor” não se repitam. Aqui, muito mais do que o assassinato em si, está o descaso, a invisibilidade e a intolerância com que a sociedade e o Estado vêm tratando as crianças indígenas e seus povos, muitas vezes não os matando, mas deixando morrer. Contra isso, não nos resta muitos ônibus a tomar: está no levar a sério os direitos indígenas – e os direitos de povos e comunidades tradicionais – e na participação de crianças, jovens, mulheres, adultos e idosos desses grupos étnicos na construção dos direitos e das políticas para as crianças indígenas!  O que virá será algo novo, sejamos corajosos o suficiente de pegar este ônibus.


Assis Oliveira

Assis Oliveira é autor do livro “Indígenas Crianças, Crianças Indígenas: perspectivas para a construção da Doutrina da Proteção Plural” (Juruá, 2014) e de artigos sobre o tema dos direitos das crianças indígenas, os últimos publicados sendo: “O lúdico em questão: brinquedos e brincadeiras indígenas”, escrito em parceria com William Domingues e Jane Beltrão, e publicado na Revista Desidades, em 2015

[1 ]Assis Oliveira é Professor de Direitos Humanos da Faculdade de  Etnodiversidade da Universidade Federal do Pará

Foto: Pedro Krum/cc . Pés de criança kaingang
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